Subía al parque. Ese día estaba soleado y frío, algo que me gusta.
Tenía tiempo sin instalar la línea, así que estaba ansioso. Estaba ansioso por experimentar y por intentar entrar en un estado, verdaderamente, meditativo.
Encontré el parque sin ningún visitante. Me fui al lugar de siempre e instalé la línea, con 18 metros de longitud. Algunas preocupaciones rondaban mi cabeza y, de verdad, necesitaba un tiempo para mí.
Me monté en la línea y comencé a caminarla, lentamente, fluidamente, sin apuro. Enfocado en mi respiración, sintiendo las oscilaciones de la línea, sintiendo la brisa, el sonido de los árboles.
A medida que avanzaba el tiempo, el sol y las nubes me brindaban un hermoso espectáculo, y un juego de luz y sombras, de luces en distintas intensidades se abrió a mis ojos.
Ya no estaba pendiente del equilibrio, solo fluía, iba y venía, me detenía, me agachaba, me levantaba, no pensaba, no hablaba conmigo mismo.
Algunas sombras pasaban ante mis ojos, algunos golpes contra los árboles se escuchaban, todo esto, junto al canto de los pájaros al sonido de viento, estructuro una sinfonía maravillosa cuyo solista era mi corazón.
De pronto decidí parar, me agache y retome la posición sentada sobre la línea para ejecutar unas respiraciones y dar, así, por terminada esa sesión.
Todo parecía más vivo, más claro, mi mente más fresca, las preocupaciones menos preocupantes, los problemas menos graves. Mi cuerpo cansado pero con una sensación de haberse cargado de energía.
Me bajé de la línea y pude sentir una agradable sensación en mis pies, la tierra fresca, cubierta de residuos de los pinos que me cubrían. Al ver el reloj, me percaté que había estado sobre la línea cerca de una hora, exactamente 53 minutos seguidos, sin bajar, sin caer.
Me sorprendió el tiempo, me sorprendió el haber sentido que tan solo había sido un corto lapso de tiempo. Me sorprendió y me engancho.
Así desmonté la línea y guardé todo. Miré los árboles y una sonrisa plena de gratitud broto de mi interior.
Ya de regreso, estando en la casa, seguí inmerso en ese estado de tranquilidad y así llegó la noche, mientras en mi interior había mucha luz.
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