Existen dos tipos de miedo: los objetivos y los subjetivos. Sobre el primer tipo de miedo, los objetivos, no tengo mucho que decir salvo que son racionalmente sanos: el mantenernos lejos de una serpiente venenosa, el cruzar con precaución una transitada avenida, el no transitar por calles oscuras en la noche, etc., son acciones sanas que tienden a preservarnos.
Los miedos subjetivos son otra cosa. Son intangibles y muchas veces no obedecen a razones lógicas y, como fantasmas, nos asaltan logrando su cometido: aterrorizarnos, enfermarnos, aislarnos.
Dentro de nuestro actuar hemos aprendido a construir zonas de “seguridad”, zonas de “confort” en las que nos sentimos inviolables, invulnerables, dentro de las cuales accionamos de manera “eficiente” y segura. Estas zonas son como cajas de cristal, nos mantienen aislados pero al primer shock la caja se quiebra dejando un cúmulo de vidrios rotos y una sensación de miedo, de indefensión, de vulnerabilidad muy alta.
Cualquier vivencia, experiencia o cosa que se salga de los parámetros o límites que contextualizan estas zonas de confort o seguridad, detonan nuestras inseguridades y nuestros miedos.
Nuestro EGO ama la seguridad y para el construimos elaboradas ego-zonas.
Cuando los miedos subjetivos se activan nos anulamos, nuestro desempeño físico y mental se ve, significativamente, afectado y tendemos a poner la totalidad de nuestra atención en lo accesorio, en lo que no es importante aunque tenga algún valor. El miedo tiene la capacidad de castrarnos, es un inhibidor por excelencia que nos obliga a mantenernos “seguros”, evitando que exploremos nuestro potencial e impidiendo que el proceso de autoconocimiento se desarrolle a fondo y de manera integral.
Incluso, hasta en lo moral, el ser humano lleno de miedo puede sacar lo peor de si. Ante el temor a quedarse sin trabajo, una comunidad “civilizada” puede sacar a relucir actitudes racistas y arremeter contra aquellas minorías que, supuestamente, amenazan su seguridad. Muchas de las tragedias más atroces de la humanidad tienen su génesis en el temor.
Identificar nuestros miedos de forma conceptual o teórica, NO nos garantiza el poder sobreponernos de manera efectiva a estos miedos, NO nos garantiza una conección, un sentir, una identificación efectiva de sus causas y, en consecuencia, NO nos permite su desactivación.
Siendo que el miedo nos afecta en lo físico, en lo mental y en lo espiritual es a través de la acción integrada de estos tres aspectos como podemos implementar un método efectivo que permita anular los miedos subjetivos que habitan en nuestra psique.
Con el objetivo de conocer, entender, comprender y desactivar estos temores debemos aproximarnos a estos de manera integral. Cuerpo-Mente y Espíritu deben estar armónicamente ensamblados y activos al momento de encararnos con nuestros miedos. Presente Activo.
Cuando instalé, por vez primera, una línea en altura quedé sorprendido por el hecho de haberme visto imposibilitado de actuar, de caminarla. Con varios años haciendo esto, con una real pasión por la práctica del slackline, quedé anulado en esta oportunidad.
Mi ego estuvo amenazado y activó su mecanismo de defensa porque nuestro ego, si lo dejamos, se agiganta en lo seguro pero, si tomamos control, se convierte en un enano en terreno desconocido.
Aquella vez, experimenté una suerte de pared infranqueable que no podía explicar ni explicarme; minutos antes de intentar el cruce me encontraba físicamente bien, mentalmente quería estar bien, técnicamente había dominado líneas más complejas que esta pero a nivel del piso. Sin embargo, al encontrarme unos metros por encima del piso, específicamente 7 a 8 metros , no pude dar dos pasos sin que una fuerza intangible me detuviera.
Si mis temores subjetivos se activaron fue debido a que, en ese momento no pude accionar técnica para evitarlo, es decir, no pude actuar en el presente y no pude evitar que mis temores afloraran.
Sabía que la línea estaba bien instalada a pesar que usé un sistema propio, más simple que los propuestos, pero que de igual manera me daba la certeza que no se soltaría. La línea no se iba a romper, mi línea de vida estaba bien en su conjunto, entonces ¿que me impedía hacer el cruce?.
Toda esta reflexión se inició una vez que comencé a desinstalar el sistema y perduró por un par de días. Una fascinante veta se abrió para mi en la cual investigarme y aprender sobre mis dudas y mis temores.
Estando sobre la línea aplicaba demasiada tensión para equilíbrame y esto me impedía estar relajado en lo corporal y en lo mental. Cualquier ruido que se escuchaba en el bosque me robaba la atención y, entonces, se me olvidaba respirar y mantenerme relajado.
Días después, regresé y, ya estando claro en el asunto, me concentré en el cruce.
Relajado monté la línea y me enfoque en mi respiración, específicamente en mi exhalación, de suerte que esta era muy profunda y lenta. Un paso después de otro, sin poner tensión excesiva en mis piernas, relajando todo, desde los dedos de las manos hasta los dedos de los pies, en especial, mi cerebro. Los sonidos del bosque estuvieron allí, pero esta vez me acompañaron más no me perturbaron.
El cruce se dio, pude disfrutarlo y me salí de mi habitual zona de confort que, en realidad, era mi habitual zona de castración Puede expandir un poco más mis límites aquel día y comprendí que para, efectivamente, ampliar esos límites debía estar confortablemente ubicado en el presente activo, sea lo que sea que se estuviera realizando. Enfocado e integrado en cuerpo, mente y espíritu en ese presente activo.
Ese día mi ego sufrió una derrota significativa al no poder activar sus mecanismos castradores de defensa.
En conclusión, solo actuando en el momento presente, de manera consciente, de manera integrada (cuerpo, mente, espíritu) es posible desactivar esos miedos subjetivos y sobreponernos a ellos. El solo identificar los miedos de manera conceptual o teórica no asegura el contacto necesario, el sentir necesario para desactivar esos miedos.
Solía tener una frase de esas que cuando la dices en algunos círculos aparentas ser alguien “especial”, decía así: No puedes llevar tu cuerpo ha donde tu mente no ha llegado.
Estaba en un error y si alguien sabía algo acerca de lo intentaba expresar, seguro fue indulgente al no descalificarme en público. Ahora pienso que la mente y el cuerpo llegarán a donde quieras, si y solo si, van juntas. La mente no llegará primero ni el cuerpo después o viceversa. No habrá un efecto milagroso producto de una suerte de visualización y luego, al momento de accionar, lo demás estará garantizado. No.
Es accionar en mente, cuerpo y espíritu en el PRESENTE ACTIVO.
Ninguna parte sigue a la otra a la hora de enfrentar nuestros miedos subjetivos, no existe dualidad en esto y solo existe UNIDAD. Y el atractivo de las líneas de altura es este, conseguir la UNIDAD cada vez que nos encontremos sobre una sin importar que este a 10 o a 100 metros sobre el piso.
Por ejemplo, puedes pasar años leyendo y practicando un vuelo en ultraliviano, usando un simulador, imaginando y visualizando el vuelo pero el día que, de verdad, estés en el ultraliviano, cometerás errores que solo podrás superar una vez empieces a volar de manera real en el ultraliviano si es que lo logras despegar. De igual manera puedes leerte todos los escritos que existen donde te indican como vencer el miedo a la soledad a través de cual o tal técnica dictada por tal o cual maestro, puedes entender esos escritos, pero si no vives tu soledad, si no te pones en contacto con esta, si no la sientes, si no le dos la mano, no sabrás a que le temes, no sabrás como usarla, cuando usarla y cuando no.
Algo que no dije en los párrafos anteriores es que los temores que me asaltaron, viejos temores por demás, tuvieron que ver con el miedo a fallarme, con el miedo a equivocarme. El estar solo en aquel bosque, incrementó ese temor, y mentalmente me preguntaba ¿Quién me ayudará si pasa algo?, a sabiendas que nada pasaría, me refiero a nada grave.
Un hecho que ayuda a conseguir una alta dosis de paz interna es el sobreponerse a los propios miedos. Somos nuestro peor y más implacable enemigo en tanto no ponemos en orden todas las energías negativas, especialmente, las energías surgidas de esos miedos subjetivos.
Y en esto, no hay mayores secretos, ni técnicas sofisticadas, ni recetas mágicas. Para sobreponerse a nuestros miedos tenemos que actuar de la mano con estos.
El problema más grave, en el fondo, no es la presencia de estos miedos sino la falta de acción por nuestra parte. No nacimos con estos temores, estos fueron aprehendidos y fortalecidos mientras fuimos creciendo en el marco de una familia, de una comunidad, de una sociedad, de un país, de un mundo cuyos principales pilares son el temor y la mentira. Esta inacción deja libre a nuestros miedos para enquistarse cuales tumores en nuestro ser, asechando, esperando la oportunidad para tomar el control.
En tanto no interactuamos con los miedos, estamos en nuestra “segura caja de cristal”.
Actuar con el miedo tiene que ver con nuestro nivel de atención, con nuestro estado de concentración, es decir, con nuestra capacidad de estar y actuar en el presente (presente activo). Simple.
Actuando en este presente, estando en este presente, seremos capaces de desarrollar una doble vía, la que va hacia nuestro interior y la que va hacia el exterior y ambas vías de manera integrada hacen la Unidad.
¿Sientes miedo de la soledad?, actúa, abraza a esa soledad, entiéndela y verás, entre otras cosas, que todo el miedo que tenías era producto de la “costumbre”, esa costumbre que nos ha sido entronizada de manera inconsciente por la sociedad.
¿Le temes al cambio?, pero, ¡ si todo cambia!, ¿Cómo puedes abstraerte de esta realidad?. Actúa para que aprehendas que todo es cambio constante en el Universo y que ni tú, ni yo ni nadie escapa a estos cambios.
Uno de los aprendizajes más trascendentales en mi vida ha sido el comprobar, al ser testigo presencial, que las personas que están próximas a morir y aún gozando de relativa buena salud, pierden el miedo a la muerte. A medida que van acercándose a esta trascendental vivencia, en ese estado de agonía, el miedo a morir no existe y el miedo a dejar desaparece. ¿Por que?, porque entre otras razones la persona que está muriendo tiene su total atención en ese hecho y aunque en algún instante puede atender asuntos de valor, ya no son importantes.
Así que, volviendo a asuntos más ligados al ahora, actuemos de manera integrada en cuerpo-mente y espíritu y seremos capaces de quitarnos peso de encima al desactivar, de manera real, nuestros demonios, nuestros temores.
Deseo compartir algo de Andy Lewis, uno de los mejores slacker a nivel planetario:
“Lo que he descubierto hace poco es que el miedo tiene su contrario. EL CONFORT”. Andy Lewis (Confesiones De Un Solo Integral).
He hecho, de estos cruces, algo recurrente. Es mi laboratorio, o uno de ellos, en el cual contacto las energías de miedo y duda par sobreponerme a estas. Un sentimiento de ligereza, de divina felicidad me embarga cuando termino un de estas prácticas.
Hay en mi vida una antes y un después a partir de ese día.
Este laboratorio es accesible a todos, es divertido, es aleccionador y es barato. En este laboratorio eres el profesor, eres el experimento, eres el control, todo depende de ti, de tu compromiso y de tus ganas de avanzar.
Cualquier parecido con la vida misma, no es casualidad.
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